Nuestros templos y ermitas son símbolos de identidad comunitaria. Al conservarlos, recordamos la historia de nuestros antepasados y momentos importantes de nuestras vidas.
Estos edificios son el corazón de nuestros pueblos y ciudades, legados que debemos proteger para las generaciones futuras. Además, poseen un gran valor artístico, arquitectónico e histórico, y muchas iglesias están inscritas como Bien de Interés Cultural.